Meditación 24.11
Lectura en Efesios 6.10-14
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en
el poder de su fuerza.11 Vestíos de toda la armadura de Dios,
para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.13 Por
tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo,
y habiendo acabado todo, estar firmes.14 Estad, pues, firmes,
ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de
justicia”
Cuanto más grande es nuestra influencia para el reino de
Dios, más se esfuerza Satanás para despertar frustración, dudas y ansiedad. El
apóstol Pablo escribió una carta a los creyentes de Éfeso para advertirles en
cuanto a ese asunto.
Satanás detesta a quienes agradan al
Señor con su estilo de vida, y reúne las “fuerzas espirituales de
maldad” para atacar la mente, el cuerpo y el espíritu del creyente. Su
principal objetivo es desviar nuestra atención del Señor para que nuestra
relación con Él sufra y nuestro testimonio se debilite o se arruine. El diablo
no puede arrebatar nuestro espíritu de la mano de Dios (Juan 10.29),
pero se conforma con hacer de nuestra vida un caos.
Pablo aconsejó a los creyentes: “Fortaleceos en el Señor,
y en el poder de su fuerza”. No podemos defendernos de un ataque de Satanás
confiando en nuestras propias fuerzas. El adversario es más fuerte y más
inteligente que los hombres y las mujeres más inteligentes. Pero Dios nos da
poder continuamente por medio del Espíritu Santo, quien es mucho más grande que
Satanás y sus engañosos planes (1 Juan 4.4).
Los creyentes tenemos el poder de Dios y su orden de
mantenernos firmes. Eso significa que debemos confiar en el Señor y esperar con
paciencia a que Él intervenga. Tenemos que ser como un soldado en el campo de
batalla, que afirma sus pies en el terreno, se pone su escudo y está listo para
enfrentar al enemigo que se acerca. La guerra ya ha sido ganada —nuestra alma
le pertenece a Dios— pero la batalla por nuestro testimonio en este mundo
sigue con furia. ¡Cobre aliento, y no emprenda la retirada!
(De Ministerios
en Contacto)
Sin las
armaduras de Dios, no hay quien pueda resistir las pruebas ni vencer. Como nos
dice en 1 Pedro 5:8, debemos ser sobrios, y velad;
porque nuestro gran adversario (el diablo), como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar. Que la verdad y la justicia sean parte
intrínseca de nuestra vestidura de cada día.
Que Dios te bendiga y te guarde!
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