lunes, 24 de noviembre de 2014

“El Grito de Guerra del Creyente”

Meditación 24.11

Lectura en Efesios 6.10-14 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia”

Cuanto más grande es nuestra influencia para el reino de Dios, más se esfuerza Satanás para despertar frustración, dudas y ansiedad. El apóstol Pablo escribió una carta a los creyentes de Éfeso para advertirles en cuanto a ese asunto.

Satanás detesta a quienes agradan al Señor con su estilo de vida, y reúne las “fuerzas espirituales de maldad” para atacar la mente, el cuerpo y el espíritu del creyente. Su principal objetivo es desviar nuestra atención del Señor para que nuestra relación con Él sufra y nuestro testimonio se debilite o se arruine. El diablo no puede arrebatar nuestro espíritu de la mano de Dios (Juan 10.29), pero se conforma con hacer de nuestra vida un caos.

Pablo aconsejó a los creyentes: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”. No podemos defendernos de un ataque de Satanás confiando en nuestras propias fuerzas. El adversario es más fuerte y más inteligente que los hombres y las mujeres más inteligentes. Pero Dios nos da poder continuamente por medio del Espíritu Santo, quien es mucho más grande que Satanás y sus engañosos planes (1 Juan 4.4).

Los creyentes tenemos el poder de Dios y su orden de mantenernos firmes. Eso significa que debemos confiar en el Señor y esperar con paciencia a que Él intervenga. Tenemos que ser como un soldado en el campo de batalla, que afirma sus pies en el terreno, se pone su escudo y está listo para enfrentar al enemigo que se acerca. La guerra ya ha sido ganada —nuestra alma le pertenece a Dios— pero la batalla por nuestro testimonio en este mundo sigue con furia. ¡Cobre aliento, y no emprenda la retirada!

(De Ministerios en Contacto)

Sin las armaduras de Dios, no hay quien pueda resistir las pruebas ni vencer. Como nos dice en 1 Pedro 5:8, debemos ser sobrios, y velad; porque nuestro gran adversario (el diablo), como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.   Que la verdad y la justicia sean parte intrínseca de nuestra vestidura de cada día.


Que Dios te bendiga y te guarde!

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