martes, 19 de agosto de 2014

“El Riesgo de Obedecer a Dios” Meditación 19.8

Lectura bíblica en Lucas 5:1-11 (Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron. )

Nadie podría haber sido más sorprendido por la orden del Maestro que Pedro. Después de trabajar arduamente toda la noche, ni él ni los otros pescadores tenían el fruto de sus esfuerzos. Estaban cansados y desanimados; la última cosa que querían hacer era lanzar otra vez las redes en otro intento inútil por atrapar unos pocos peces. ¿Qué podía estar pensando Jesús? ¿Qué propósito podía haber tenido al pedirles que salieran a pescar otra vez?

Poco tiempo después, cuando las abultadas redes eran arrastradas a la playa, estos hombres comenzaron a entender un principio eterno del que muchas personas no se han dado cuenta todavía: Dios nunca nos pedirá que hagamos algo, a menos que tenga un propósito específico y soberano para ello Jeremías 29.11.

La orden de Jesús debió haberles parecido innecesaria, por no decir disparatada. Después de todo, estos hombres eran expertos en la pesca; sin embargo, todavía les faltaba aprender que sin la intervención sobrenatural de Dios todopoderoso, nuestro esfuerzo es en vano.

Pedro y sus hombres nunca podrían haber imaginado qué clase de recompensa les esperaba por su obediencia. Lo que buscaban y deseaban más que nada era precisamente lo que Dios le dio: redes repletas de peces. La diferencia era que la segunda salida a pescar fue hecha a la manera de Dios y en el tiempo de Dios. 

Por tanto, confíe en los planes de Dios para usted. Nunca conocerá la recompensa hasta que esté dispuesto a correr el riesgo —cuanto mayor es el riesgo, mayor es la recompensa. (De Ministerios Encontacto.org)

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