martes, 22 de julio de 2014

“Pedro: Una Persona Común y Corriente”

Lectura bíblica en Mateo 4:18-20 (Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 19. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. 20. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.)

El apóstol Pedro fue una persona común y corriente que vivió en un tiempo extraordinario. La suya fue la generación en la cual Jesús vivió en la Tierra y murió por la salvación de la humanidad.

Fue Andrés quien trajo primero a su hermano Pedro (llamado originalmente Simón), para que conociera al Señor (Juan 1.40-42). Cuando Jesús los invitó a convertirse en sus discípulos, ambos hermanos dejaron de inmediato su actividad de la pesca, y se pusieron bajo la autoridad de Cristo (Mateo 4.20).

Pedro se convirtió en un seguidor apasionado que demostró siempre el ansia de estar cerca del Salvador. Ya se tratara de encontrarse con el Señor Jesús en el agua durante una tormenta o de hablar con Él durante su transfiguración, Pedro estuvo dedicado al servicio de su Maestro.

Al comienzo, el antiguo pescador era rápido para hablar y actuar, y esa impulsividad lo metió en problemas. Por ejemplo, cuando el Señor Jesús estaba hablando de su inminente sufrimiento y muerte, Pedro no estuvo de acuerdo, como si él supiera más que el Señor. La reprimenda de Cristo fue rápida y directa. El apóstol aprendió de sus errores, y más tarde le fue dada una gran responsabilidad. Pedro es un buen ejemplo de cómo debemos deshacernos de los deseos personales, aceptar de todo corazón la voluntad del Señor Jesús, y andar estrechamente con Él (Marcos 8.34).

El Señor escoge a personas nada excepcionales como Pedro, usted y yo, para edificar su Reino. Cuando lo hacemos, Él hace por medio de nosotros más cosas de lo que jamás pudiéramos imaginar.
(De Encontacto.org)
Lectura antes de iniciar las labores: Salmos 139:12-23 (Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz. 13. Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. 14. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. 15. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. 16. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. 17. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! 18. Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo. 19. De cierto, oh Dios, harás morir al impío; Apartaos, pues, de mí, hombres sanguinarios. 20. Porque blasfemias dicen ellos contra ti; Tus enemigos toman en vano tu nombre. 21. ¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, Y me enardezco contra tus enemigos? 22. Los aborrezco por completo; Los tengo por enemigos. 23. Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos)

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