Lectura bíblica en 1 Juan 3.20 (pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.)
De niños, mostrábamos amor a nuestra madre con abrazos, dibujos y mimos. Pero ahora que somos adultos, algunos no estamos seguros de ¿Alguna vez escuchó decir a alguien: “Sé que Dios me ha perdonado, pero nunca voy a ser capaz de perdonarme a mí mismo”? Aunque tal autocondenación puede tener diversos orígenes, es un enemigo que el Señor ya ha derrotado. Romanos 8.1 nos dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Pero ¿cómo debemos, entonces, lidiar con ella?
Primero, debemos distinguir entre remordimiento y culpa. Tenemos razón para sentir tristeza y remordimiento por acciones del pasado, pero cargar con la culpa por ellas no es necesario. La Biblia nos asegura que si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel para perdonarnos. Los sentimientos persistentes de culpabilidad son enemigos que tratan de robarnos nuestra libertad en Cristo.
A veces, los sentimientos de culpabilidad surgen del concepto equivocado de que todavía tenemos que pagar por nuestros pecados, por lo que inconscientemente aceptamos el remordimiento perpetuo como una manera de reparar los errores del pasado. Tal práctica sugiere la idea errónea de que la preciosa sangre de Cristo no fue suficiente para cubrir todos los pecados de nuestro pasado, presente y futuro. Una vez que nos damos cuenta de que Él pagó por completo nuestra cuenta, no debemos jamás intentar aliarnos con quienes quisieran hacernos creer lo contrario.
Ya que nuestro Padre Celestial nos ha dado su Palabra, podemos rechazar todas las voces acusadoras y descansar en su promesa: “Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas”. (De Encontacto.org)
Lectura compartida en nuestra oficina, antes de iniciar nuestras labores. 1 Juan 1:5-10 "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros."
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