jueves, 9 de enero de 2014

“Nuestro Dios de Gracia”

Efesios 2:4-5 (Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)
Gracia es el favor y el amor de Dios demostrados a la humanidad. No podemos ganarlos o llegar jamás a ser buenos para merecerlos. Para apreciar realmente su gracia, necesitamos comprender ciertas verdades acerca de Dios y de nosotros mismos.

Primero, Dios es absolutamente santo, y el pecado no puede coexistir con la perfección sagrada de Su presencia. Cuando Adán y Eva decidieron comer del árbol prohibido, su relación con Dios se fracturó. Puesto que todas las generaciones posteriores heredaron la naturaleza pecaminosa de ellos, toda persona nace con una naturaleza inclinada a mantenerse apartada del Señor.

Segundo, el carácter de Dios es justo. Como resultado, el Señor exige un pago por el pecado. El castigo que exige es la muerte (Romanos 6.23), no solamente física sino también espiritual mediante la separación eterna de Él.

Por último, tenemos un Dios misericordioso que nos extiende su gracia. Él creó un plan que confirmaría su naturaleza santa, cumpliría con los requisitos de su justicia, y nos haría miembros de su familia: envió a su Hijo para salvarnos. Tras haber nacido como un ser humano, el Señor Jesús vivió una vida perfecta, y cumplió la Ley. Solo Él estaba calificado para satisfacer la justicia divina. Cristo tomó nuestro lugar, llevó nuestros pecados y experimentó la ira de Dios por nuestra rebelión —todo ello para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre.

¿Ha reconocido usted que es un pecador y recibido el perdón del Señor por medio de la fe en Cristo? Si es así, ¿está usted agradecido por su gracia? (De Encontacto.org)
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Dios bendiga sus vidas con Su palabra, las grabe en sus corazones, y les ayude a ponerlas por obra!

Hoy es un buen día para entregarle todo lo que eres a Jesús. Solo tienes que decirle –de todo corazón: Señor reconozco que soy pecador y que te necesito; deposito en tus manos mi alma, mi mente y mi corazón, entregándote a ti el control total de lo que soy. También te pido, Señor, que escribas mi nombre en el libro de la vida, y que no lo borres jamás. Ayúdame a serte fiel y a caminar según tu voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.

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