lunes, 11 de noviembre de 2013

“El Obedecer a Dios”

Lucas 5:1-11 ( Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.)
Como cristianos, podemos desperdiciar nuestras vidas junto a las orillas de la fe, sin aventurarnos jamás a entrar a aguas más profundas. Allí tenemos poca necesidad del Señor. Después de todo, estamos a salvo en la playa, lejos del peligro de las grandes olas y las tormentas. Pero los creyentes que se introducen en las aguas de la obediencia, llegan a necesitar a Dios desesperadamente.

Al lanzarse a alta mar, el cristiano renuncia a tener el control de su vida. Deja de tratar de controlar su propio destino, ya sea en lo profesional y financiero, o en su participación en la iglesia. Dios es el Capitán del barco, mientras que el creyente es el obediente marinero. ¿Vendrán tormentas? Sí. ¿Hará el capitán peticiones difíciles algunas veces? Sí. ¿Se sentirá asustado algunas veces el marinero? Sí. Pero el cristiano obediente tiene una experiencia de Cristo mucho más estrecha que la que podrá tener el cristiano que se quedó en la playa.

El creyente dice: “He entregado mi vida a Cristo”. Pero vivir de verdad esas palabras es más difícil, pues humanamente queremos conservar cierto control en caso de que Dios no se ocupe de nuestros asuntos de la manera en que nos agrada. Muchos cristianos se contentan con solo sumergirse superficialmente en la fe, pues tienen miedo de que la vida no les resulte de acuerdo a sus planes. Dios puede hacer mucho más con una vida obediente que con una vida protegida de riesgos.

La vida cristiana se vuelve emocionante cuando nos metemos en aguas tan profundas, que nuestros pies ya no tocan el fondo. Entonces debemos mantenernos firmes agarrados de las promesas de Dios.

(De Encontacto.org)

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