“En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos”. Salmos 73: 1-3
Asaf era uno de los cantores del Rey David, sin duda tenía que ser un hombre de alabanza pura y de adoración pura delante de Dios, pero en algún momento de su vida, sus pies casi se deslizaron por causa de la enviada hacia los arrogantes.
Al igual que Asaf, muchas veces nosotros tenemos envidia del mundo, quizá porque vemos que en algunas ocasiones prosperan “aparentemente” más que nosotros.
¿Quién de nosotros no ha tenido, en algún momento, envidia del vecino, al ver ese auto nuevo que acaba de comprar, y nosotros pasando trabajo con el que tenemos de hace tantos años, el cual no hemos podido ni siquiera arreglar o pintar?
Sin duda hay momentos en los que el enemigo nos confronta y nos hace preguntas como: ¿Por qué si esta Dios contigo no prosperas? Esa clase de pregunta, en la mayoría de veces, no deja pensativos; y algunos hasta han dicho: “¿Por qué este impío prospera y yo no?” Esa envidia pudiera ser causa de que muchos resbalen y se vayan al mundo, y hasta creer que de esa manera las cosas se arreglarán.
Lo que no se dan cuenta es que, desde el momento que entregamos nuestra vida a Jesús, el enemigo lanzó una guerra contra nosotros y no quiere que estemos cómodos. Si en el mundo todo te parecía bien, es porque el enemigo te tenía como él quería, pero ahora que ese yugo de esclavitud de pecado se ha roto, te ha declarado la guerra.
Aunque las cosas se vean mal, tienes que estar seguro de que en los planes de Dios todo te va a salir bien, puesto que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien. Y si tú eres uno de los que lo aman, entonces, ¿Por qué te preocupas?, ¿Por qué tienes envidia?
Las cosas de este mundo son pasajeras, el mismo Jesús nos mandó a que no hiciéramos tesoros acá en la tierra, sino que nos preocupáramos de hacerlos en el cielo. ¿Cómo? Sirviéndole a Dios en obediencia, viendo las cosas que no son como que si fueran, creyendo y confiando, porque si confías en Él…Él lo hará!
No es tiempo de estar envidiando al mundo. Ellos tendrían que envidiarnos a nosotros, al ver cómo nuestra vida cambió desde el día que entramos al santuario del Señor y decidimos vivir para Él.
Jamás tengas envidia del impío, porque ellos recibirán su pago a su tiempo…y tú recibirás tu corona de vida…si eres fiel hasta el final!
“El impío hace obra falsa; mas el que siembra justicia tendrá galardón firme” (Proverbios 11:18)
Dios te bendiga! (Fuente Judy Contreras, Google+)
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