jueves, 3 de enero de 2013

"El Poder de la Presencia de Dios"

  “Y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra, temblarán ante mi presencia; y se desmoronarán los montes, y los vallados caerán, y todo muro caerá a tierra”, Ezequiel 38:20

Todos debemos acercarnos confiadamente a la presencia de Dios con adoración y acción de gracias, reconociendo su favor y gracia que nos limpia, libera y llena en todo. Cuando verdaderamente le conocemos íntimamente desarrollamos el concepto correcto sobre su majestad y grandeza.

Es ante la presencia de Dios que nuestros sufrimientos desaparecen, las cargas se olvidan y sólo queda un profundo respeto y reverencia a Su nombre. Muchas cosas suceden cuando nos postramos ante su presencia; veamos tres de ellas:

1- Nada somos cuando nos alejamos de la presencia del Señor: cuando no pasamos tiempo con Dios, cuando nos alejamos de su presencia, nos exponemos a la adversidad, somos más vulnerables a los ataques del enemigo. Un ejemplo lo tenemos en la vida de Jonás: él disfrutaba de la presencia de Dios cuando fue llamado a predicar a Nínive; sin embargo, en lugar de obedecer “Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis…”, (1:3). Sabemos que después Jonás fue arrojado del barco donde navegaba mientras huía de Dios, y fue tragado por un gran pez que DIOS había preparado para él, en donde estuvo por tres días y tres noches. Fue ahí, donde alejado de la presencia de Dios, en medio de la crisis, él reconoció que sin Dios, nada era. Muchas de las veces, Dios permite la adversidad o la crisis para traernos de nuevo ante su presencia, al mismo tiempo que produce obediencia en nosotros y forma nuestro carácter.

2- Nuestra iniquidad es confrontada: cuando nos acercamos a Dios, ¿puede alguno de nosotros justificarse por sus trasgresiones o iniquidades? ¡No se puede! Cuando hemos fallado o cuando tomamos decisiones que nos alejan de Dios, es cuando más nos damos cuenta cuán lejos estamos de su presencia. En ocasiones nos enfocamos en tener su poder o su unción, sin saber que es en la intimidad con Dios que estas cosas vienen por añadidura.

3- Seremos transformados: el apóstol Pablo les dijo a los corintios: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, (2ª Cor. 3:18). ¡Nos convertimos en lo que miramos! Aquél sobre quien está nuestra atención, Dios mismo, ejerce su influencia sobre nuestra vida, nos transforma a su imagen, pule nuestro carácter e imprime en nosotros el sello de su presencia.

El deseo de Dios para nosotros es que seamos llenos de su presencia. ¿Queremos tener victoria sobre el pecado? ¿Queremos tener total libertad del poder del enemigo? ¿Anhelamos ser como Cristo? Entonces, ¡necesitamos su presencia! Ninguno que pasa tiempo con Dios en intimidad puede seguir siendo el mismo; su presencia nos transforma, nos llena, nos renueva, nos ¡vivifica!

Todo temor se va cuando pasamos tiempo con Dios; la paz y el gozo del Señor llenarán nuestro corazón y la soledad no se enseñoreará ya más de nosotros.

(De lapalabraparahoy.blogspot.com)

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