“Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”. 1 Cor. 1:27
Cuando se trata de servir a Dios, o de cumplir con una comisión divina, muchas veces luchamos con diversas situaciones en cuanto a nuestra dignidad y preparación idónea. Por ejemplo, Moisés se negó varias veces al llamado de Dios, también Jeremías y Gedeón. Ésta lucha se da porque consideramos que no somos lo suficientemente “santos” o “maduros” para servir a Dios; pero en realidad no se trata de cuán bueno soy, sino de cuán poderoso es Dios para hacerlo…
Pensemos en uno de los discípulos del Señor Jesús, en Pedro. Quien por ser de Galilea, una región distante de Jerusalén, cuyos habitantes no eran de raza hebrea pura, y una zona con poca escolaridad, no tenía la mejor capacitación.Era además un pescador (no sacerdote, ni escriba, ni auxiliar en la sinagoga), y al considerar su carácter, era un hombre inconstante e impulsivo en sus decisiones. Aún así, Jesús lo llamó a ser uno de los doce apóstoles del Cordero.
En su formación, una y otra vez cometió errores, y algunos de “gran tamaño”.
Sin embargo, cuando el Espíritu Santo se derramó sobre los ciento veinte, también vino sobre Pedro, quien algunos días atrás había aconsejado al mismo Señor Jesús para no ir a la cruz, y también había negado al Maestro (incluso profiriendo maldiciones), y después del derramamiento del Espíritu fue usado por el Señor para predicar y salvar a miles en el poder del Espíritu Santo.
Dios tiene misericordia y perdona nuestros pecados, trata con nuestro carácter, y continua adelante con su propósito, enseñando a sus hijos, aunque a veces el escenario de aprendizaje sea doloroso. Dios toma lo vil y menospreciado del mundo para avergonzar a los fuertes y sabios, para que nadie se jacte en Su presencia.
Reflexión final: A pesar de todo, Pedro perseveró aferrado a la gracia de Dios, hasta alcanzar el plan de Dios para su vida. Glorificó a Cristo con un ministerio que alcanzó a miles y miles, escribió la primera y segunda carta de Pedro, fue el primer líder del avivamiento en Jerusalén, fue columna fundamental de esa primera iglesia, y sí antes negó al Señor, al final de su vida fue crucificado por orden del imperio romano, y él pidió que lo pusieran con la cabeza hacia abajo, pues dijo no ser digno de morir cómo el Señor Jesús. Adelante, Dios está contigo.
(De: http://mensajesysermonesparapredicar.blogspot.com)
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