Hebreos
6.9-15 “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas
mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. 10 Porque
Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis
mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11 Pero
deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para
plena certeza de la esperanza, 12 a fin de que no os
hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia
heredan las promesas. 13 Porque cuando Dios hizo la
promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14 diciendo:
De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. 15 Y
habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.”
Imagine
que usted está esperando en una fila que no se ha movido por diez minutos.
Muchos de nosotros nos sentiríamos frustrados, pues vivimos en una generación
que espera resultados inmediatos.
Todo el
mundo lucha con cierto grado de impaciencia. Nacimos con esta característica;
pensemos en el bebé que quiere su leche a medianoche. Su reacción innata es
llorar al primer indicio de incomodidad hasta que tenga satisfecha su
necesidad. Los hábitos de nuestra vieja naturaleza carnal, como la impaciencia,
hacen que esto sea una batalla continua para la mayoría de las personas, pero
que bien vale la pena enfrentar.
Veamos la definición bíblica de paciencia.
La palabra puede referirse tanto a ser tardo para la ira, como ser perseverante
—es decir, a no rendirse bajo la presión. La paciencia se revela cuando
estamos dispuestos a esperar sin sentirnos frustrados, aunque estemos sufriendo
o experimentando un deseo poderoso. Además, paciencia
significa aceptar lo que el Señor decida dar o no, y estar dispuesto a
recibirlo en el tiempo de Él. Mientras tanto, debemos
orar, obedecer y perseverar mientras buscamos la dirección de Dios.
El peligro de la impaciencia es que podemos perder el plan
perfecto del Señor y su bendición. Pero si confiamos en la voluntad y en el
tiempo de Dios, conoceremos la paz interior.
¿Cuál es la causa de su estrés? Examine
bien si está tomando las cosas en sus manos, o si está dejando las
circunstancias al Dios todopoderoso. Obedezca lo que dice el Salmo
37.7: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. Busque su voluntad y
su tiempo. Cualquier otra cosa puede ser destructiva.
(De Encontacto.org)
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