Meditación 10.6
Romanos 12.1-2 “Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
La mente humana es
una creación maravillosa de Dios. Nada en el mundo puede compararse con sus
capacidades o su creatividad. Controla nuestros sentimientos, pensamientos,
palabras, actitudes y conducta. Lo que llegamos a ser y lo que logramos, se
debe en gran parte a la manera que pensamos. ¿Tendrá, o no, sentido dejar que
Aquél que nos creó, guíe nuestro razonamiento?
Una
mente clara es la que está en armonía con la Palabra de Dios, y controlada por
su Espíritu.
Cuando el Señor tiene autoridad sobre nuestros pensamientos, el discernimiento
guardará nuestra perspectiva. Él nos capacita para
mirar más allá de lo evidente, y para ver las
situaciones como son en realidad. Podemos distinguir no solo entre lo
bueno y lo malo, sino también entre lo bueno y lo mejor. El Señor nos ha concedido la capacidad de pensar
acertadamente, no importa los desafíos que podamos enfrentar.
Pero esa clara y
enfocada manera de pensar debe ser adoptada adrede y mantenida celosamente. Si no batallamos contra la influencia del mundo, pronto
tendremos una mente fragmentada, incapaz de
centrarse en las cosas espirituales, ya que estará llena y atascada con
pensamientos y preocupaciones mundanas. Tenemos que examinar
cuidadosamente lo que permitimos que entre a nuestra mente.
Una mente renovada comienza con la entrega al Señor.
Hasta que no le dé autoridad total sobre sus
pensamientos, usted no
tendrá ningún poder para limpiar el desorden que le impide vivir dentro de la
voluntad de Él. Pero si se rinde al Señor
y llena su mente con su Palabra, Él transformará su vida.
(De
Encontacto.org)
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