Lectura en Génesis 37.5-11 “Y
soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle
más todavía. 6 Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he
soñado: 7 He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he
aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos
estaban alrededor y se inclinaban al mío. 8 Le respondieron sus
hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le
aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras. 9 Soñó
aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro
sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. 10 Y
lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué
sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a
postrarnos en tierra ante ti? 11 Y sus hermanos le tenían
envidia, mas su padre meditaba en esto.”
“El hombre nace para la aflicción” (Job 5.7).
No hay absolutamente ninguna manera de evitar o escapar de esta condición
humana. Al seguir considerando la vida de José, tenemos una percepción del
ancla que lo mantenía seguro, mientras era golpeado por olas de aflicción.
Cuando José era adolescente recibió 2 sueños acerca de los
planes de Dios para su futuro. Revelaban que un día estaría en una posición de
autoridad y honor, y que su familia se inclinaría ante él. Principalmente
porque las Sagradas Escrituras no se habían escrito todavía en ese tiempo, no
era raro que el Señor hablara a los hombres por medio de sueños.
Antes de esto, Dios había hablado a Jacob en un sueño, y le
había dado una promesa (Génesis 28.10-16). Ahora, su hijo estaba recibiendo
información del Señor de la misma manera. José siguió el ejemplo de fe de su
padre, y creyó el mensaje.
Dios sabía que José iba a necesitar una promesa que le
sirviera de ayuda en las dificultades que vendrían pronto. La palabra del Señor
dada a él era su ancla. A lo largo de todas las pruebas, José se mantuvo
creyendo que Dios cumpliría su promesa. En vez de pensar demasiado en
las circunstancias, José decidió enfocarse en la fidelidad del Señor.
Cuando Dios habla a nuestro corazón
por medio de la Palabra, podemos aferrarnos a lo que dice,
permitiendo que ella sea un ancla para nuestra alma.
El
Señor cumplirá sus promesas, tal como lo hizo con José. Si
nos enfocamos en Él y en su Palabra, nuestros temores disminuirán, nuestro
sentido de necesidad se reducirá, y nuestras dudas se despejarán.
(De Encontacto.org)
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