miércoles, 2 de octubre de 2013

MEDITACIONES 1 y 2 OCT. 2013

“Las Promesas de Dios”
02.10.2013 2

Corintios 1.20 (Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.)

Las promesas de Dios manifiestan su intención de derramar bendiciones. Ellas entran dentro de varias categorías, y entender la diferencia nos ayudará a saber cómo apropiarnos de las bendiciones que nuestro Padre tiene reservadas para nosotros.

Algunas promesas bíblicas son de carácter general, pero otras son específicas. Esto significa que ciertas promesas tuvieron que ver con una persona, un tiempo o un propósito específicos, y por eso no pueden aplicarse a nosotros. Por ejemplo, Génesis 18.10 anunció un hijo a Sara. Nosotros no podemos asumir que Dios hará lo mismo por nosotros. Él puede, sin duda, utilizar ese pasaje para inculcar en nosotros su deseo de bendecirnos de esa manera. Pero debemos evitar tomar las promesas al azar, esperando que ellas se cumplan en nosotros, sea como sea.

La Biblia contiene muchas promesas incondicionales, garantías cuyo cumplimiento no requiere nada de nuestra parte. Por ejemplo, Dios ha dicho que Él llevará nuestras cargas cada día (Salmos 55.22), que nunca nos desamparará ni dejará (Hebreos 13.5), y que vendrá otra vez (Juan 14.3). También encontramos muchas promesas condicionales que son garantías con la estipulación: “si… entonces” (Proverbios 3.5, 6; 1 Juan 1.9).

Dios se deleita en satisfacer las necesidades y los deseos de sus hijos. Pero también le promete a los no creyentes que al pedir perdón de sus pecados y recibir al Señor Jesús como Salvador personal, serán salvos (Juan 3.16). ¿Ha respondido usted a esa promesa? Si no lo ha hecho, no espere más tiempo. Después de aceptar a Cristo, hay muchas más promesas divinas esperando por usted.

"La Lucha Contra la Ansiedad”
01.10.2013

Lucas 11:1-4 (Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. )

El valor de la oración era algo que Gedeón conocía muy bien. Tuvo una larga discusión con el ángel del Señor en cuanto a quien era Dios y lo que Él estaba haciendo. Tuvo también conversaciones con Dios, tratando de despejar sus dudas. Luego, cuando se acercaba la batalla, había más comunicación mientras Dios le daba instrucciones. Por medio de la oración, Gedeón se acercaba a Dios, recibía respuestas a sus preguntas y dirección para su vida.

Así como lo hacía con Gedeón, Dios nos invita a hablar con Él de nuestras preocupaciones. Él anhela sustituir nuestra carga de ansiedad con su paz que sobrepasa todo entendimiento. Al orar tenemos varias ventajas que Gedeón no tuvo. Primero, tenemos la Biblia —el manual de Dios para la vida— que está llena de información sobre quién es el Señor y lo que está haciendo. Cuanto más creamos su Palabra y entendamos sus planes, más confiadamente hablaremos con Él.

Segundo, tenemos la presencia del Espíritu Santo para guiarnos a la verdad de la Palabra de Dios, y para que Él la interprete para nosotros. Cuando descubrimos lo pertinente que es la Biblia para nuestra situación, aprendemos a orar desde la perspectiva de Dios. Nuestras oraciones tendrán que ver más con lo que Él desea, que con lo que nosotros queremos.

Tercero, Jesús, nuestro Salvador resucitado, intercede por nosotros, y el Espíritu Santo obra a nuestro favor cuando las palabras nos fallan. No oramos solos. Por medio de nuestra comunión con Dios, podemos experimentar su presencia, y por tanto, vivir con confianza.

(De  Encontacto.org)

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