SANTIAGO 1.1-8 (Santiago, siervo de Dios y del
Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que
la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su
obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a
todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe,
no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No
piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El
hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.)
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La Biblia nos alerta en contra de una fe vacilante. Esta es la actitud
de alguien que pasa de sentirse seguro de que Dios responderá una oración, a la
simple esperanza de que pudiera ser que lo haga (o llegar al convencimiento de
que no lo hará).
Por supuesto, como somos humanos, todos experimentamos períodos de duda.
Pero lo que la Biblia nos advierte es que no tengamos un estilo de vida de
vacilación espiritual.
La vacilación puede tener muchas causas. Por ejemplo, no ver actuando al
Señor en una situación. O sentirse intranquilo pensando que confiar en Jesús va
en contra del razonamiento humano. O enfocarse en las circunstancias en vez de
Dios.
Una persona que es “arrastrada por el viento” (Stg 1.6) puede perder la
confianza en el Señor y descubrir que su crecimiento espiritual se ha
atrofiado. Tal creyente puede convertirse en alguien de “doble ánimo” (v. 8),
porque mientras ora tiende a adelantarse al tiempo del Señor para manipular una
situación y lograr el resultado deseado.
Si un cristiano presta atención a sus dudas de esta manera, por lo
regular tomará decisiones equivocadas. Y luego, después de todas las maniobras,
terminará cada vez más insatisfecho con los resultados y sin paz. Y lo que es
peor, su fe podrá disminuir.
La vacilación es peligrosa, por lo que los creyentes debemos desarrollar
la confianza en el Señor. Jesús dice en Marcos 11.24: “Todo lo que pidiereis
orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Lo más cerca que podemos llegar
a la fe perfecta en este mundo, es la capacidad de confiar en que lo que pedimos dentro de la
voluntad de Dios es como si ya lo hubiéramos recibido.
(De Encontacto.org)
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